Diario Clarín – Sección Mundo – Por Juan Pablo Lohlé – 16.06
La elección de un Papa no italiano y de afuera de Europa implicaba naturalmente la irrupción de un nuevo liderazgo, la renovación y el cambio que muchos esperaban de la Iglesia. Tanto Europa como el mundo viven mutaciones que se expresan de diferentes maneras,
pero los protagonistas de esos cambios no se individualizan en liderazgos personales sino en tendencias sociales: se abre una puerta entre Occidente y Oriente en la cual deben converger culturas, religiones, costumbres, sociedades, representaciones políticas, conocimientos científico y tecnológico, preservación de la Naturaleza y sentido de la dignidad y la libertad humana. En este contexto mundial, el liderazgo de Francisco tiene un significado de apertura de la Iglesia al mundo. Siendo obispo de Roma y cabeza visible del Vaticano, le corresponde la representación institucional ante otros Estados. Y gracias a sus palabras profundas y su estilo directo, los mensajes y gestos que ha ido dando en sus casi cien días de papado han logrado concentrar la atención de la mayoría de los líderes mundiales en una época donde hay cierta orfandad de testimonios que muevan la conciencia de las personas.
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