Diario La Nación – Sección El Mundo - Por Alberto Armendariz
Rafael Henrique apenas puede contener las lágrimas cuando habla de su vida. "Parece una película de terror y gracias a Dios tuvo un final feliz", dijo este ex adicto al crack de 31 años, que después de haber perdido a su esposa, a su hija, su trabajo en construcción, y vivir en la calle, ayer tuvo el privilegio de conocer al papa Francisco. Rafael lleva un año y ocho meses "limpio", gracias a los cuidados de la Asociación y Fraternidad San Francisco de Asís en la Providencia de Dios, institución que administra el Hospital San Francisco, donde el Pontífice inauguró un centro de rehabilitación y tratamiento de salud mental para drogadictos. Rafael pasó por varias internaciones, salidas y recaídas, hasta que una de sus hermanas decidió llevarlo al hogar de la Asociación en San Pablo, con la esperanza de que la fe, además de la atención médica, lo pudiera ayudar a salir del pozo en el que estaba.
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