Diario Clarín – Sección Sociedad - Por Luis Sartori
Casi un año antes, Néstor Kirchner había roto una tradición de 195 años: faltó al Tedeum del 25 de Mayo en la Catedral. La relación Gobierno-Iglesia estaba en el freezer. “Tenemos que ir más rápido para llegar antes que el Presidente” , sugirió aquella noche el cardenal Jorge Bergoglio.
A su lado en el auto, Marco Gallo lo trasladaba desde la Curia hasta la Iglesia Santa Cruz, en Belgrano, para una ceremonia de la Comunidad de San Egidio a 30 años de la masacre de los curas palotinos. A distancia similar, ellos dos llegaron bastante antes que Kirchner y el hoy Papa retrasó el inicio hasta recibir en el altar al jefe de Estado. Se dieron la mano y se quedaron uno al lado del otro. Al final fueron juntos a visitar la sala de los crímenes. Aquel martes 11 de abril de 2006 se abrió la puerta hacia una reconciliación, pero ésta jamás ocurriría. Y lo propició Marco, nacido en 1955 en el barrio Prati –ahí del Vaticano– y residente de Buenos Aires desde 1990. Un romano aporteñado de trato constante durante 13 años, desde que era obispo auxiliar, con el porteño romano.
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