La depresión se ha vuelto una verdadera epidemia en nuestros días.
Personas de todos los niveles sociales, de todas las edades y de todos los países, son alcanzadas por ella. Pero entérate de una cosa: no estás obligado a estar deprimido, la depresión tiene cura. No te entregues a ella como si estuvieras en un callejón sin salida, al contrario, lucha para vencerla, con la gracia de Dios.
Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida.
Él no te creó para que seas una persona triste y derrotada, créelo. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), y para eso Él incluso aceptó morir dolorosamente en una cruz. Cristo quiere darte esa vida plena y abundante. Pero tú tienes que hacer tu parte, tienes que querer luchar. La gracia de Dios no dispensa la naturaleza, sino que la supone y la enriquece. Dios no actúa contra tu libertad y tu voluntad.
La lucha contra la depresión es ardua, y exige perseverancia, paciencia y fe, pero vale la pena. “El hombre paciente soportará todo el tiempo que sea necesario, al final se le concederá la alegría” (Eclo 1,29).
Nada bueno en esta vida se consigue sin luchar. ¿Estás dispuesto? Lo primero es que quieras. Querer es poder, y querer con Dios es vencer. La Palabra de Dios nos enseña que “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13). ¿Vamos allá?
Aunque la depresión tenga también causas biológicas, las principales causas son de trasfondo emocional, psicológico y espiritual. El aumento de su incidencia es también fruto de la vida moderna: agitada, materialista, consumista, competitiva, sin lugar para Dios y para el hermano. Hace 40 años se hablaba poco del asunto.
En esta charla quiero sólo enfocar el lado espiritual del problema, que no puede ser relegado en la recuperación de la persona, especialmente si ésta es cristiana. De ninguna manera recomendamos dispensar la ayuda de la medicina, la psicología o la psiquiatría en el tratamiento de la enfermedad. Dice el Eclesiástico: “Da al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor… El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña” (Eclo 38).
Se sabe hoy en día que los medicamentos antidepresivos mejoran la depresión por el hecho de que regulan el funcionamiento de los neurotransmisores. Ya se ha probado que pueden haber alteraciones de sustancias químicas que actúan en el cerebro y que afectan el estado emocional y mental de la persona.
Nuestro deseo es llevar esta terapia espiritual a los que sufren este mal moderno, para que, abandonados en Dios, tengan fuerza para redescubrir el valor de la vida y vencer el problema. La persona humana adolece cuando está desequilibrada en alguna de sus dimensiones (física, psicológica o espiritual) y cuando pierde el sentido de la belleza de la vida.
La cura comienza cuando la persona, de hecho, no sólo de palabra, “entrega a Dios su vida”, deja que Él la guíe, le entrega su destino, descansa en sus manos, y busca en Él la fuerza para caminar. El deprimido es alguien, antes que nada, débil y amedrentado, asustado. Cuenta sólo consigo mismo y con su miseria, y por eso naufraga en medio de los problemas.
No somos capaces de conducir nuestra vida equilibradamente y en paz, sin Dios y la ayuda de su gracia. Entrega el control de tu vida a Jesucristo, el divino Maestro, para que tengas una vida nueva.
La depresión tiene mucho que ver con la falta de sentido de la vida, la falta de autoestima, por eso, el remedio es la afirmación de la vida frente a la anti-cultura de la muerte, que actualmente se hace cargo del mundo.
Cuanto más temprano busques el tratamiento mayor probabilidad tienes de curarte, y más rápidamente. Una persona deprimida puede tener: una enfermedad crónica, un problema afectivo, una desilusión amorosa, una pérdida de un pariente, una pérdida del trabajo, pérdidas económicas, falta de sentido en su vida, exceso de trabajo. Estas son las causas. Pero ¿qué siente? Muchos pueden ser los síntomas de la depresión, como: cansancio, sentimientos de culpa, tristeza, baja autoestima, falta de apetito, falta de ganas de rezar, fatiga, memoria débil, insomnio, dificultad para decidir, pensamientos de muerte, caída de pelo, entre otros.
La persona con depresión no puede entregarse a la tristeza. Si vives triste es porque en lugar de agradecer a Dios por todas las gracias que recibes a cada instante, te lamentas de las desgracias. Cambia el chip de tu vida. Comienza a agradecer por todo lo que ya tienes antes de acordarte de lo que no tienes.
San Pablo enseña que “En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte” (2Co 7,10).
San Pablo insiste a los tesalonicenses: “Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1Ts 5,16-18).
La Palabra de Dios nos enseña en el libro del Eclesiástico: “No entregues tu alma a la tristeza, ni te atormentes a ti mismo con tus cavilaciones. La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón, prolongación de sus días. Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad” (Eclo 30, 21-23).
San Pablo recomienda a los que tienen fe: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Flp 4,4-7).
También tienes que pensar en el valor que tienes. Sólo así no te quedarás en el fondo del pozo. Sólo se queda ahí quien no se valora a sí mismo. ¿Te crees que eres obra de Dios? “Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá” (Sal 27, 10). “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49,15).
La persona deprimida necesita pensar en su valor, tú eres alguien muy importante para Dios. ¿Por qué murió Jesús en la cruz? Él entregó su vida en la cruz por causa tuya, por el valor que tienes. Y Él te ama individualmente. Ninguno de nosotros tiene las mismas huellas digitales, pues Dios no quiso hacernos en serie, sino individualmente. Dios sabe mi nombre, mi angustia, mi dolor.
Cuando Cristo murió en la cruz, Él no cargaba sólo tus pecados, sino también tus angustias y dolores, dijo San Pedro: “el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados” (1P 2,24). Jesús dijo que si Él tuviera una oveja perdida, dejaría a las otras 99 para irla a buscar. Si tu eres la oveja deprimida, perdida, Él deja a las otras y te va a buscar.
Dile a tu depresión: “No moriré en esta depresión, porque soy hijo de Dios – y un hijo de Dios no puede morir en un hoyo”. No podemos bajar la cabeza ante la depresión. Para Dios no existe el “callejón sin salida”.
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
Es necesario abrir la puerta de tu vida para que entre Jesús: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
Se necesita actuar en la fe, porque dice la Escritura que “sin la fe es imposible agradarle” (Hb 11,6). “El justo vivirá por la fe” (Ro 1,17; Hb 10,38; Ga 3,11). Jesús dijo que “¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Mt 10,29.30). “Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Ro 10,13). Canta con el salmista:
“Confía al Señor tu suerte, espera en Él y Él actuará”.
“En Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un hombre?” (Sal 56, 12).
“En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación” (Sal 62, 2).
Alimenta tu vida de Jesús participando de la Eucaristía. Ahí recibes su cuerpo, su vida, su amor, su curación. Él es la medicina y el sustento de nuestra vida. Recurre siempre a Nuestra Señora, Ella es nuestra madre bondadosa y todo lo puede; pues es la Madre de Dios.
Alimenta tu alma y tu mente con la Palabra de Dios y la meditación de los buenos libros. No te quedes postrado en casa, trabaja, haz ejercicio, visita a un enfermo, haz caridad, todo eso ayuda a sanar la depresión. No te entregues al egoísmo y a encerrarte en ti mismo, sal de ti mismo, busca personas, ayuda a quien puedas, eso te hará muy bien.
Resumen de la conferencia a cargo de Tv Cançao Nova 28.02.2015.
Personas de todos los niveles sociales, de todas las edades y de todos los países, son alcanzadas por ella. Pero entérate de una cosa: no estás obligado a estar deprimido, la depresión tiene cura. No te entregues a ella como si estuvieras en un callejón sin salida, al contrario, lucha para vencerla, con la gracia de Dios.
Dios te ama y tiene un plan maravilloso para tu vida.
Él no te creó para que seas una persona triste y derrotada, créelo. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), y para eso Él incluso aceptó morir dolorosamente en una cruz. Cristo quiere darte esa vida plena y abundante. Pero tú tienes que hacer tu parte, tienes que querer luchar. La gracia de Dios no dispensa la naturaleza, sino que la supone y la enriquece. Dios no actúa contra tu libertad y tu voluntad.
La lucha contra la depresión es ardua, y exige perseverancia, paciencia y fe, pero vale la pena. “El hombre paciente soportará todo el tiempo que sea necesario, al final se le concederá la alegría” (Eclo 1,29).
Nada bueno en esta vida se consigue sin luchar. ¿Estás dispuesto? Lo primero es que quieras. Querer es poder, y querer con Dios es vencer. La Palabra de Dios nos enseña que “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13). ¿Vamos allá?
Aunque la depresión tenga también causas biológicas, las principales causas son de trasfondo emocional, psicológico y espiritual. El aumento de su incidencia es también fruto de la vida moderna: agitada, materialista, consumista, competitiva, sin lugar para Dios y para el hermano. Hace 40 años se hablaba poco del asunto.
En esta charla quiero sólo enfocar el lado espiritual del problema, que no puede ser relegado en la recuperación de la persona, especialmente si ésta es cristiana. De ninguna manera recomendamos dispensar la ayuda de la medicina, la psicología o la psiquiatría en el tratamiento de la enfermedad. Dice el Eclesiástico: “Da al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor… El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña” (Eclo 38).
Se sabe hoy en día que los medicamentos antidepresivos mejoran la depresión por el hecho de que regulan el funcionamiento de los neurotransmisores. Ya se ha probado que pueden haber alteraciones de sustancias químicas que actúan en el cerebro y que afectan el estado emocional y mental de la persona.
Nuestro deseo es llevar esta terapia espiritual a los que sufren este mal moderno, para que, abandonados en Dios, tengan fuerza para redescubrir el valor de la vida y vencer el problema. La persona humana adolece cuando está desequilibrada en alguna de sus dimensiones (física, psicológica o espiritual) y cuando pierde el sentido de la belleza de la vida.
La cura comienza cuando la persona, de hecho, no sólo de palabra, “entrega a Dios su vida”, deja que Él la guíe, le entrega su destino, descansa en sus manos, y busca en Él la fuerza para caminar. El deprimido es alguien, antes que nada, débil y amedrentado, asustado. Cuenta sólo consigo mismo y con su miseria, y por eso naufraga en medio de los problemas.
No somos capaces de conducir nuestra vida equilibradamente y en paz, sin Dios y la ayuda de su gracia. Entrega el control de tu vida a Jesucristo, el divino Maestro, para que tengas una vida nueva.
La depresión tiene mucho que ver con la falta de sentido de la vida, la falta de autoestima, por eso, el remedio es la afirmación de la vida frente a la anti-cultura de la muerte, que actualmente se hace cargo del mundo.
Cuanto más temprano busques el tratamiento mayor probabilidad tienes de curarte, y más rápidamente. Una persona deprimida puede tener: una enfermedad crónica, un problema afectivo, una desilusión amorosa, una pérdida de un pariente, una pérdida del trabajo, pérdidas económicas, falta de sentido en su vida, exceso de trabajo. Estas son las causas. Pero ¿qué siente? Muchos pueden ser los síntomas de la depresión, como: cansancio, sentimientos de culpa, tristeza, baja autoestima, falta de apetito, falta de ganas de rezar, fatiga, memoria débil, insomnio, dificultad para decidir, pensamientos de muerte, caída de pelo, entre otros.
La persona con depresión no puede entregarse a la tristeza. Si vives triste es porque en lugar de agradecer a Dios por todas las gracias que recibes a cada instante, te lamentas de las desgracias. Cambia el chip de tu vida. Comienza a agradecer por todo lo que ya tienes antes de acordarte de lo que no tienes.
San Pablo enseña que “En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte” (2Co 7,10).
San Pablo insiste a los tesalonicenses: “Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1Ts 5,16-18).
La Palabra de Dios nos enseña en el libro del Eclesiástico: “No entregues tu alma a la tristeza, ni te atormentes a ti mismo con tus cavilaciones. La alegría de corazón es la vida del hombre, el regocijo del varón, prolongación de sus días. Engaña tu alma y consuela tu corazón, echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad” (Eclo 30, 21-23).
San Pablo recomienda a los que tienen fe: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Flp 4,4-7).
También tienes que pensar en el valor que tienes. Sólo así no te quedarás en el fondo del pozo. Sólo se queda ahí quien no se valora a sí mismo. ¿Te crees que eres obra de Dios? “Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá” (Sal 27, 10). “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (Is 49,15).
La persona deprimida necesita pensar en su valor, tú eres alguien muy importante para Dios. ¿Por qué murió Jesús en la cruz? Él entregó su vida en la cruz por causa tuya, por el valor que tienes. Y Él te ama individualmente. Ninguno de nosotros tiene las mismas huellas digitales, pues Dios no quiso hacernos en serie, sino individualmente. Dios sabe mi nombre, mi angustia, mi dolor.
Cuando Cristo murió en la cruz, Él no cargaba sólo tus pecados, sino también tus angustias y dolores, dijo San Pedro: “el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados” (1P 2,24). Jesús dijo que si Él tuviera una oveja perdida, dejaría a las otras 99 para irla a buscar. Si tu eres la oveja deprimida, perdida, Él deja a las otras y te va a buscar.
Dile a tu depresión: “No moriré en esta depresión, porque soy hijo de Dios – y un hijo de Dios no puede morir en un hoyo”. No podemos bajar la cabeza ante la depresión. Para Dios no existe el “callejón sin salida”.
“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
Es necesario abrir la puerta de tu vida para que entre Jesús: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
Se necesita actuar en la fe, porque dice la Escritura que “sin la fe es imposible agradarle” (Hb 11,6). “El justo vivirá por la fe” (Ro 1,17; Hb 10,38; Ga 3,11). Jesús dijo que “¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Mt 10,29.30). “Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Ro 10,13). Canta con el salmista:
“Confía al Señor tu suerte, espera en Él y Él actuará”.
“En Dios confío y ya no temo, ¿qué puede hacerme un hombre?” (Sal 56, 12).
“En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación” (Sal 62, 2).
Alimenta tu vida de Jesús participando de la Eucaristía. Ahí recibes su cuerpo, su vida, su amor, su curación. Él es la medicina y el sustento de nuestra vida. Recurre siempre a Nuestra Señora, Ella es nuestra madre bondadosa y todo lo puede; pues es la Madre de Dios.
Alimenta tu alma y tu mente con la Palabra de Dios y la meditación de los buenos libros. No te quedes postrado en casa, trabaja, haz ejercicio, visita a un enfermo, haz caridad, todo eso ayuda a sanar la depresión. No te entregues al egoísmo y a encerrarte en ti mismo, sal de ti mismo, busca personas, ayuda a quien puedas, eso te hará muy bien.
Resumen de la conferencia a cargo de Tv Cançao Nova 28.02.2015.
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