Diario Clarín – Sección Mundo - Por María Laura Avignolo
Una competencia de mitras medievales, suntuosas o espartanas cruces, sotanas negras, solideos fucsia o colorados de cardenales, djalabas hasta el pie, casullas o fajas de seda púrpura en el palacio real de Amman. Los líderes cristianos de Oriente Medio se reunían por primera vez en 50 años, en un cónclave único e inédito, junto a algunos muftis musulmanes para discutir la posibilidad de un diálogo interreligioso y una convivencia. Un consenso que no obligue a los cristianos de Siria, Egipto o Irak a emigrar en masa por temor a no poder practicar su religión o simplemente porque los persiguen hasta la muerte. Después de su visita al Papa en el Vaticano y llegar a la conclusión de que la solución en la guerra civil siria “es un diálogo”, el rey Abdallah II de Jordania se atrevió a lo imposible: reunir a unos y a otros en una sola mesa, para encontrar coincidencias y desafíos para seguir viviendo juntos. Justo cuando un conflicto religioso divide a musulmanes sunnitas de musulmanes shiítas en Oriente Medio.
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