REFLEXIONES EN FRONTERA jesuita Guillermo Ortiz
En el límite entre los que llegan a la plaza de san Pedro por sus propios medios y los que son llevados por otros, como son los niños y los enfermos, ahí hemos visto a Papa Francisco detenerse larga y generosamente, para saludar, bendecir, abrazar, besar. Dedica más tiempo a estas personas que a la misma Catequesis de los miércoles, por ejemplo.Lo hemos visto atravesar las puertas de la cárcel de menores de Casal de Marmo, para lavar y besar los pies de los detenidos. Y también caminar sobre el borde mismo del abismo que ya se ha tragado a más de 19 mil ahogados; con los migrantes ilegales en Lampedusa.
Regresa siempre a la frontera que habita. Porque la casa Santa Marta tiene al frente el santuario de san Pedro, pero inmediatamente detrás hay una calle de la ciudad Roma.
Los cuatro meses de Francisco, son un derroche de tiempo en encuentros, diálogos, gestos concretos, sobre márgenes y periferias existenciales; en interacción con personas concretas, en un mano a mano directo, sin barreras, ni intermediarios. De tal modo que la actual cátedra de Pedro, ya no está representada por ninguna “silla”, sino por la misma persona, por el mismo cuerpo de Francisco en movimiento, con un magisterio de gestos valientes, de testimonio coherente; un magisterio manifestado también con palabras sencillas, claras y directas.
Son cuatro meses de puro Evangelio. Papa Francisco reedita, de algún modo, lo que sucedió en Tierra Santa hace 2 mil años.
Pero esto ¿es por Francisco? Permítanme decir que no. Esto es por Jesucristo, porque Jesucristo está vivo, resucitado. Y actúa hoy en Roma y en el mundo. Como actúa desde hace tiempo en el corazón de Papa Francisco, desde cuando llamó a Jorge Mario Bergoglio a amarlo y servirlo como sacerdote y él respondió que sí.
Comentarios