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Tras atravesar a bordo del jeep una plaza colorida por los paraguas desplegados –la recorrida toma unos 20 minutos, mientras el Papa saluda a la multitud- y después de la lectura bíblica que se hace siempre en italiano, español, inglés, francés, portugués, alemán, árabe y ruso, Francisco recordó la parábola del hijo pródigo,
aquel que, tras dejar la casa del padre, vuelve como siervo porque se siente indigno de ser tratado como hijo, y sin embargo es recibido como tal y hasta con una fiesta. Fue la introducción para el tema de hoy: la Iglesia como familia de Dios. “Este es el designio de Dios para la Humanidad, dijo el Papa, hacer de todos nosotros una sola familia. La Iglesia no es una organización creada por el acuerdo de un grupo de personas. Es obra de Dios, nace del deseo de Dios de llamar a todos los hombres a vivir en comunidad con Él. La propia palabra iglesia, del griego ecclesia, quiere decir convocatoria, Dios nos convoca, nos llama a dejar el individualismo y ser partícipes de su familia. Dios busca al hombre, lo acoge”. Algunos dicen ‘Cristo sí, la Iglesia no. Creo en Dios pero no en los curas’, admitió Francisco. “Pero la Iglesia es la gran familia de Dios”. “Es cierto que los sacerdotes tienen defectos, pecados, incluso el Papa los tiene”, agregó, despertando una ovación.
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