La Iglesia Diario El Litoral (Santa Fe Capital, Santa Fe) – Editorial – 24.02
La Biblia es la historia de un gran amor. El cual a veces es dulce, otras tempestuoso, y aún traicionado. Y en ocasiones es un amor recuperado. Pero lo que parece caracterizarlo de modo permanente es que se trata de un amor dramático. Por una parte está Dios que ama a los hombres, a un pueblo, a la Iglesia. Y ésta que por su parte puede ser superficial e interesada, por lo menos en algunos de sus miembros.
Pensemos si no en lo que por estos días está diciendo el Papa. Lo que no es una novedad. Lo sabemos. Y no es necesario ir muy lejos para constatarlo. “Voy a cantar a mi amado el canto de la viña de sus amores. Tenía mi amado una viña en un fértil collado. La cavó, la decantó y le plantó vides selectas. Edificó en medio de ella un lagar, esperando que le daría uvas, pero le dio uvas silvestres.” (Isaías 5, 12) Esta viña cultivada con amor, no dio frutos y será maldecida. “Voy pues a decirles lo que haré de mi viña: Destruiré su cerca y será talada. Derribaré su tapiaà Quedará desiertaà” (Isaías 5, 5-6). Se dirá que el texto refleja el Antiguo Testamento. Sin embargo, entre nosotros, bautizados y por lo tanto cristianos, que acostumbramos hablar tanto de amor (o de caridad como estilan algunos), esta historia de amor y desamor continúa. Si alguna persona lo desea, puede leer por ejemplo a los Profetas. Y encontrará los reproches de Dios, tal como si estuvieran dirigidos a las actuales generaciones. El reproche divino que nos llama a volver al amor, en lugar de la afanosa búsqueda de poder, cargos, beneficios y cosas parecidas.
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