Diario La Prensa - Opinión - Por Agustín De Beitia – 23.02
A pocos días de la renuncia del papa Benedicto XVI, que se hará efectiva este jueves, se acentúa la congoja por su alejamiento. Mientras las miradas del mundo ya se concentran en quién será su sucesor, la perspectiva de que el Santo Padre quede "oculto al mundo" en un monasterio, como prometió, desencadena una nostalgia anticipada. Con él se irá la voz serena del profesor y el autor de bellísimas homilías.
Se va el "gran predicador". Con su cálida y afable personalidad, su prosa sencilla y cristalina, su lucidez a la hora de abordar los debates del mundo actual y su estilo docente, Benedicto XVI apuntó al convencimiento del intelecto y encontró sorpresivamente la simpatía de muchos fieles que descubrieron el placer de seguir cada día sus intervenciones. El papa de la "interioridad", el papa "pensador", como se dijo alguna vez, logró despertar en algunos la "fascinación de la religiosidad". El escritor y teólogo estadounidense George Weigel cree que el Sumo Pontífice será recordado como evangelizador pero sobre todo como teólogo y profesor. En una entrevista concedida al sitio Catholic Voice, dijo que, "además de su Magisterio formal, deja un legado de luminosas predicaciones y catequesis. De hecho, creo que no sería injusto decir que fue uno de los grandes predicadores de nuestro tiempo".
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