Diario La Nación – Sección Enfoques - Por José María Poirier Lalanne - 04.03
Que la filtración de noticias de la curia romana sobre intrigas y luchas de poder interese a la prensa y preocupe por igual a la jerarquía católica no sorprende. Son dos reacciones opuestas e igualmente comprensibles. Los secretos de la Iglesia atraen tanto a ciertos novelistas como a muchos vaticanistas. Y si bien no despiertan gran interés en la feligresía, les quitan el sueño a algunos prelados con aspiraciones. Tampoco sorprende que Benedicto XVI desilusione, un papa que nunca se propuso ilusionar. Y no está dicho que se haya equivocado tanto como algunos creen; eso se verá con el tiempo. Su condena al fundador de los Legionarios de Cristo es prueba de una valiente toma de posición. Heredó la curia que gobernó durante los años finales de Juan Pablo II y que no se resigna a perder peso. El cardenal italiano Angelo Sodano y el poliglota argentino Leonardo Sandri deben saber de qué se trata. Sin embargo, hasta los más entusiastas de Joseph Ratzinger lo ven cansado y resignado al no poder implementar los cambios que hubiera deseado. Siempre conviene recordar que las consideraciones de orden sociológico o político no agotan una realidad compleja como la de la Iglesia, con su historia milenaria. Y no todas son intrigas. Acaba de ser nombrado, por ejemplo, como obispo auxiliar de Roma (noticia que no aparecerá en muchos medios) el sacerdote Matteo Zuppi, durante años párroco de Santa Maria in Trastevere. Incansable defensor de los más pobres y desheredados, representante de la Comunidad de Sant'Egidio, Matteo transmite con honda alegría su compromiso y su preocupación por las personas y no por las intrigas o los cabildeos. Quiere decir que para el Papa -obispo de Roma- cuentan esos valores.
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