Belén en tu casa
En tiempo de San Francisco, la cristiandad organizaba cruzadas para conquistar aquella “tierra santa”. Morían y mataban para poder peregrinar a Belén y celebrar allí la Navidad. Francisco, el hermano de todos, cristianos o musulmanes, el hermano de todas las criaturas, animadas o inanimadas, pensó que no merecía la pena morir ni matar por ir a Belén. “Todos los lugares son Belén”, se dijo, y quiso representarlo de modo viviente en el lugar más pobre y escarpado, en una cueva de Greccio.
Se reunieron muchos hermanos y pobres campesinos de la región. “Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno”, cuenta una biografía de su tiempo, y prosigue: “Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y los animales”. Francisco leyó el evangelio y predicó. Y cuando decía “niño de Bethleem” o “Jesús”, se pasaba la lengua por los labios como si los tuviera untados o ungidos de miel. ¡Bendito hermano Francisco!
¿Qué es Belén para nosotros hoy? Es mucho más que un lugar geográfico, por precioso que sea. El significado hace a los lugares y a todas las cosas, aunque, por otra parte, el misterio de las cosas es infinitamente mayor que el significado que les damos. ¿Qué es Belén? Es el nombre poético del misterio más bello y real, el nombre de todos los lugares donde es engendrada y cuidada la vida, donde se cuece y se comparte el pan. Por eso decimos que Jesús nació en Belén, aunque, histórica y físicamente, Jesús nació en Nazaret, en un pobre chamizo adosado al hueco de una roca, como eran entonces las casas de Nazaret. Cuando los evangelios de Mateo y de Lucas dicen que nació en Belén, quieren decir que él es el descendiente esperado del rey David, aquel que debía curar a los heridos y dar pan a los hambrientos, al contrario de lo que hicieron David y todos los reyes.
Belén es el misterio de la vida, tan frágil y divina. Jesús, María, José: un padre, una madre, un hijo. Eso es todo, eso lo es todo: el misterio del cosmos, de la Tierra y de la vida, del hombre y de la mujer, con sus alegrías y sus penas, sus amores y divorcios, sus esperanzas y miedos. Padre, madre, hijo/a. O dos padres, o dos madres, o un padre separado, o una madre separada. En la forma que sea. Allí donde nace, crece, sufre y goza la vida, allí es Belén. Y no te rompas la cabeza con que Jesús fuera hijo de “madre virgen”, pues “virgen” no tiene nada que ver con que haya o no haya relaciones sexuales. Ser “virgen” significa en la Biblia ser libre y disponible a la vez. Por su libertad y bondad de corazón engendraron José y María a Jesús (y a cuatro hijos y al menos dos hijas más, según el evangelio de Marcos).
Belén es la encarnación de Dios. Pero cuando digo “Dios”, no digo un Ser Supremo extraterrestre que se habría encarnado solo una vez en la historia del cosmos, solo en un lugar del universo, solo en un niño de esta nuestra pobre y admirable especie humana Homo Sapiens Demens. Cuando digo Dios, digo Bondad Dichosa, digo Fondo Bueno de la Realidad, digo Relación Amorosa y fecunda. Jesús lo encarnó.
Amiga, amigo: no sé si has puesto un Belén en tu casa. No importa. Tu casa es Belén, cuanto más pobre más verdadero. Y en tu pobre carne, sufriente y dichosa, tú también puedes encarnar a Dios.
José Arregi
Para orar
- Centinela, ¿qué hay de la noche? ¿Qué hay de la crisis?
- ¿Desde dónde preguntas?
¿Preguntas desde el hambre
o desde el consumismo?
¿El grito de los pobres sacude tus preguntas?
Pastores marginales
cantan la Buena Nueva,
con flautas y silencios,
contra los grandes medios,
los medios de los grandes.
Nos ha nacido un Niño,
un Dios se nos ha dado.
Hay que nacer de nuevo,
desnudos como el Niño,
descalzos de codicia,
de miedo y de poder,
sobre la tierra roja.
Hay que nacer de nuevo,
abiertos al Misterio,
ungidos de Esperanza
(Pere Casaldáliga)
Comentarios