Publicado el 05.11.2014
JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
Pocos discursos de Francisco han encontrado tanto eco como el que leyó el 28 de octubre en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Las redes sociales lo difundieron a velocidad de vértigo. Un simple “tienes que leerlo” o un “Francisco en estado puro”, seguido de un enlace, y ahí está un texto dirigido a la inmensa mayoría, la que menos tiene y sigue su proceso de empobrecimiento a costa del enriquecimiento escandaloso de una exquisita minoría. Un compendio de la Evangelii gaudium no para quienes trabajan con las ideas, sino enfangados en realidades como la desigualdad, el paro, la pobreza, la violencia, el medio ambiente…
El discurso recoge tres anhelos en los que también se identifica esa inmensa mayoría: tierra, techo y trabajo. Las tres “tes” de Bergoglio, tres palabras que encierran cada una de ellas un mundo de dolor y sufrimiento, pero también de luchas y esperanzas. Reclamarlas no es nada raro, dijo, es Doctrina Social de la Iglesia. Sin embargo, “si hablo de esto, para algunos soy comunista”, afirmó. También dentro de la propia Iglesia, podría añadirse. No pocos sacerdotes, religiosos y laicos han sido tildados de comunistas, revolucionarios, rebeldes, díscolos, progres, molestos, herejes, desobedientes, soberbios, rojos, antipapistas, malos cristianos… y señalados con el dedo antes de ser marginados, orillados, humillados, avergonzados, desacreditados. “Cincuenta años esperando poder oír todo esto”, se desahogaba hace unos días un veterano religioso.
No ha tenido que esperar tanto el cura murciano que participa activamente en las plataformas antidesahucio. Con su camiseta reivindicativa, pudo estrechar la mano de Francisco en ese encuentro. Fue invitado expresamente a asistir, él, que recibió alguna que otra recriminación por haberse puesto del lado de quienes iban a ser expulsados de su casa. También reconfortado se habrá quedado aquel delegado episcopal a quien sus superiores acusaron de hacer política por emitir una nota criticando, desde esa misma Doctrina Social de la Iglesia, la reforma laboral del PP. Le censuraban estar salpicado de ideología. Ya lo dice Francisco en ese pequeño e incendiario manifiesto para las conciencias: “Es curioso cómo en el mundo de las injusticias abundan los eufemismos”.
“Tierra, techo y trabajo…”
Pocos discursos de Francisco han encontrado tanto eco como el que leyó el 28 de octubre en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Las redes sociales lo difundieron a velocidad de vértigo. Un simple “tienes que leerlo” o un “Francisco en estado puro”, seguido de un enlace, y ahí está un texto dirigido a la inmensa mayoría, la que menos tiene y sigue su proceso de empobrecimiento a costa del enriquecimiento escandaloso de una exquisita minoría. Un compendio de la Evangelii gaudium no para quienes trabajan con las ideas, sino enfangados en realidades como la desigualdad, el paro, la pobreza, la violencia, el medio ambiente…
El discurso recoge tres anhelos en los que también se identifica esa inmensa mayoría: tierra, techo y trabajo. Las tres “tes” de Bergoglio, tres palabras que encierran cada una de ellas un mundo de dolor y sufrimiento, pero también de luchas y esperanzas. Reclamarlas no es nada raro, dijo, es Doctrina Social de la Iglesia. Sin embargo, “si hablo de esto, para algunos soy comunista”, afirmó. También dentro de la propia Iglesia, podría añadirse. No pocos sacerdotes, religiosos y laicos han sido tildados de comunistas, revolucionarios, rebeldes, díscolos, progres, molestos, herejes, desobedientes, soberbios, rojos, antipapistas, malos cristianos… y señalados con el dedo antes de ser marginados, orillados, humillados, avergonzados, desacreditados. “Cincuenta años esperando poder oír todo esto”, se desahogaba hace unos días un veterano religioso.
No ha tenido que esperar tanto el cura murciano que participa activamente en las plataformas antidesahucio. Con su camiseta reivindicativa, pudo estrechar la mano de Francisco en ese encuentro. Fue invitado expresamente a asistir, él, que recibió alguna que otra recriminación por haberse puesto del lado de quienes iban a ser expulsados de su casa. También reconfortado se habrá quedado aquel delegado episcopal a quien sus superiores acusaron de hacer política por emitir una nota criticando, desde esa misma Doctrina Social de la Iglesia, la reforma laboral del PP. Le censuraban estar salpicado de ideología. Ya lo dice Francisco en ese pequeño e incendiario manifiesto para las conciencias: “Es curioso cómo en el mundo de las injusticias abundan los eufemismos”.
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