Diario La Nación – Opinión - Por Mons. Jorge Eduardo Lozano, Obispo de Gualeguaychú – 17.12
Los acontecimientos de violencia de los últimos días nos dejan un sabor amargo y una preocupación seria a futuro. Quienes me conocen saben que no soy de pensar que todo tiempo pasado fue mejor, pero debemos reconocer que en algunos valores sociales hemos tristemente involucionado. Pongo un ejemplo: hace décadas, si un niño regresaba a casa con un lápiz que había encontrado en el suelo del aula, el papá o la mamá lo obligaban a darlo a la maestra al día siguiente para preguntar a quién se le había caído. Como contracara, en esta semana vimos familiares de diversas generaciones robando juntos. Pero no quiero distraerme de lo que quiero contar. En varios comentarios de noticieros o programas periodísticos se censuraba duramente a quienes robaban electrodomésticos y no comida. Un argumento de dudosa solidez. Robar está mal. Mentir también. Y matar, ni te cuento. Pero a la hora de señalar la seriedad de los delitos, debemos aclarar que coimear para la trata de personas es más grave que robar un plasma. La corrupción que usurpa los dineros del pueblo también aprieta gatillos con balas de hambre o de mala atención de la salud.
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