Portal Perfil.com - Por Nello Scavo
Inesperadamente, lo vieron aparecer en la transmisión satelital. Desde un monumental balcón la mirada del hombre al que le debían la vida se posó sobre una multitud incrédula. Para ellos fue como si se descorriera un velo. Había quienes no lo veían desde el lejano día del adiós, cuando algunos se embarcaban hacia Europa, otros se refugiaban más allá de las fronteras y hasta se ocultaban en un baúl mientras él desafiaba el toque de queda. Durante cuatro décadas habían buscado la forma de recordar sin sufrir. Casi ninguno lo había logrado. Vestía de blanco. Dijo que se llamaba Francisco. “Bergoglio ha salvado a muchos, más de cuantos él mismo puede recordar”, me confió pocas horas después un viejo amigo suyo. Se había acabado el tiempo del olvido. Ahora sólo quedaba investigar. Viajar a Buenos Aires y luego desde allí recorrer el hilo de los relatos hasta Uruguay y Paraguay, atravesando los caminos que llevaban a la salvación. Y después seguir buscando, desenterrando historias de vida arrancadas a la oscuridad: el sindicalista comunista, los ex catequistas, el docente universitario, el magistrado, el periodista ateo, los esposos perseguidos porque prefirieron la cotidianeidad entre los pobres a una vida cómoda, el exponente político o el teólogo marxista.
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