KAREN CASTILLO MAYAGOITIA, karencastillom@hotmail.com
MÉXICO.
ECLESALIA, 01/04/13.- “El primer día de la semana” (Jn 20,1), queriendo recomenzar la vida, pero aún en la obscuridad, María experimenta la angustia y se entristece porque se han llevado a su Señor; angustia e incertidumbre que rápidamente expresó a quienes sabía que compartían ese mismo sentimiento porque habían también compartido la experiencia de ser discípulos.
María no comprende aún la tumba vacía como signo de la vida; la ausencia del cuerpo como presencia de plenitud. No comprende que no se lo habían llevado, sino que él se había levantado, no para irse, sino para permanecer.
Mantenerse frente al sepulcro es mantener la esperanza, es dejar que broten las lágrimas para que fecunden el corazón y se abra a escuchar su nombre. Ser nombrada es descubrirse a sí misma, descubrir cómo su vida es abrazada por el amor de Jesús; es encuentro y saberse y sentirse habitada por el amor del maestro; es bajar de la cruz y comenzar a ver cómo germina el corazón.
Entonces ella abraza también porque el gozo y la alegría están dentro de sí, pero también abraza porque tuvo sensación de vacío. Jesús le pide que no lo tocara más, pidiendo que no se aferrara, pues ya no era necesario porque la había nombrado, su vida sería, desde entonces, vivida y compartida en plenitud. No tocarle es también el desapego incluso de sí misma para vivir en la certeza que sólo da el amor; certeza que le permite escuchar que haber caminado con el maestro, haberle acompañado en la cruz y que recibir el amor que nace de haber sido nombrada la hacen responsable de transmitir el gozo de ese encuentro de vida.
Un día me preguntaron ¿María Magdalena estaba enamorada de Jesús?, mi respuesta fue: “Por supuesto que estaba enamorada”; cómo no enamorarse de quien le hizo descubrirse a sí misma, de quien la miró con amor, de quien la sanó, quien la nombró y la habitó con el amor más puro y la vida en plenitud. Enamorada como muchos de sus discípulos y seguidores, enamorada como tantas personas lo hemos estado al experimentar en el encuentro con él, la vida, la misericordia, el amor, la dignidad de ser creados a imagen y semejanza, como creaturas amadas.
El encuentro con el resucitado es comprender la resurrección como vida en plenitud y como pertenencia en el amor; ojalá que en esta Pascua podamos experimentar el gozo de la resurrección.
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